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Surgieron más denuncias que implican al jesuita acusado de abusar alumnos

Rodrigo Oliver y Nicolás Quinteros, hoy de 32 años, confirmaron con sus testimonios las denuncias que Pablo Vio, Gonzalo Elizondo y Francisco Segovia realizaron contra César Fretes, el hermano jesuita que en 2001 -según afirmaron estos exalumnos- abusó de ellos cuando cursaban la primaria en el prestigioso colegio de la ciudad de Buenos Aires.

Hace una semana y media, Pablo Vio, Gonzalo Elizondo -ambos de 31 años- y Franciso Segovia (32) hicieron conocer los abusos sexuales cometidos contra ellos por el jesuita César Fretes, cuando tenían 10 años y eran alumnos del Colegio del Salvador, en la ciudad de Buenos Aires. Ahora más exestudiantes suman sus denuncias, algunos con nombre y apellido y otros en forma anónima, y hasta la madre de una de las víctimas se unió a los reclamos.

Rodrigo Oliver y Nicolás Quinteros, hoy de 32 años y que habían sido compañeros de Segovia, expresaron por escrito a Télam que también fueron abusados cuando cursaban sexto grado -en 2001- por el hermano jesuita y su tutor César Fretes, quien falleció en 2015, en Mendoza, donde había sido traslado en 2003, luego de ser señalado como responsable de abusos por un grupo de padres.

La palabra de Nicolás Quinteros

“Era el año 2001, yo estaba en sexto grado. Recuerdo estar angustiado porque mis compañeros me estaban molestando: estábamos hablando sobre la eyaculación y eso todavía no me había sucedido a mí. Fui a hablar con César Fretes para decirle que me sentía mal. Él me dijo que fuera al baño y lo esperara ahí. Al rato vino y me abrazó. En ese momento, otro compañero intentó ingresar al baño y Fretes le pidió que no entrara y que nos dejara solos. Me pidió que le mostrara el pene y me señaló por dónde salía el semen. Este recuerdo regresó a mi cabeza unos años atrás. En ese momento, no lo reconocí como un abuso, sino como un error que había en la educación sexual de ese momento. Al tiempo me enteré de que existían más casos como el mío. Ahí entendí que habíamos estado librados a la suerte y en manos de una persona muy peligrosa”.

“Hasta el día de hoy me cuesta enfrentar el recuerdo de lo vivido, por mí y mis compañeros. Más allá del trauma que me pueda haber generado el hecho en sí, me traumatiza que hayamos tardado más de 20 años en hablar de esto. No entiendo cómo pude haber pasado tanto tiempo de silencio, incluso entre nosotros. Con esto que pasó y está pasando, me brota un sentimiento de reconquista de algo que nos arrebataron y de lo que tomó, incluso, años darnos cuenta. Las formas en la que se manejaron dentro de ese colegio afectaron buena parte de nuestro desarrollo. Te arruinan años y es una mochila con la que hemos cargado.
Nicolás comentó sobre la importancia de hablar y lo que genera romper el silencio: ‘Tenemos que hacer justicia, colaborando a que estas cosas no pasen y a que mejoren. Para que la gente no sufra. Necesitamos poder mirarnos a los ojos. Hablarlo y decir todo lo que haga falta decir'”.

El testimonio de Rodrigo Oliver

“Cuando tenía once años me salió un sarpullido en la zona del ingle. Recuerdo que me picaba mucho y por eso mis viejos me habían comprado un talco mentolado para que no me rascara ni lastimara que me ponía varias veces al día. Con César Fretes, en ese momento nuestro preceptor de sexto grado, yo tenía además una relación que suponía de amistad. Él nos producía confianza y complicidad, y por eso todos queríamos estar cerca aún fuera de clase. En los días en los que me duró el sarpullido, él me hacía llamar a su despacho mientras estábamos en clase y me lo colocaba. Recuerdo sentir incomodidad por tener que bajarme los pantalones en frente de él pero sin embargo lo hacía porque lo consideraba normal. En mi cabeza no existía pensar otra cosa de nuestro tutor. A medida que fue pasando el tiempo y supimos que César había abusado a varios chicos, caí en la cuenta de que no me llamaba porque le preocupaba mi sarpullido. Al final de ese mismo año cuando terminamos las clases me salieron dos hernias inguinales de manera consecutiva, una de cada lado, las cuales me operé, por suerte, sin complicaciones”.

Oliver reflexionó sobre sus hernias en relación a Fretes: “A partir de la denuncia -reitero mi gratitud a Pablo y Gonzalo- me di cuenta de que esas hernias pudieron haber sido consecuencia de lo que me sometió Fretes. Del Colegio del Salvador me fui dos años después, justo cuando a Fretes lo trasladaron. El suceso que me tocó vivir con él lo conté siempre, a mi familia y a mis amigos, pero recién veinte años después y a partir de un comentario de mi hermano, pude relacionarlo con las dos cirugías que nunca había entendido su origen”.

Rodrigo opinó sobre el rol institucional frente a la denuncia de abusos en 2003 en adelante: “Considero un craso error la manera que se manejaron con el tema de Fretes. A pesar de que en ese momento los padres que lo incriminaron no hicieron la denuncia, era subyacente y más que claro que si Fretes había abusado a sus hijos perfectamente lo podía haber hecho con otros muchísimos más tal como hoy en día estamos viendo. Si bien ya no me considero católico no puedo negar mi formación educativa en ese ámbito y por eso me atrevo a aseverar que esto que está sucediendo puede ayudar tanto al colegio como a la institución de la iglesia. Es claro que tienen que revisar muchas de sus prácticas. Tienen una oportunidad, ahora, aunque sea tarde. Siempre es mejor tarde que nunca. Entiendan de una vez que tapando las cosas no se soluciona nunca nada y por más tiempo que se esconda una herida, el pus en algún momento sale”.

Después de las primeras denuncias

Una vez que César Fretes fue denunciado por padres y madres de niños abusados, en 2003 fue trasladado del Colegio del Salvador al templo jesuita del Sagrado Corazón, en Mendoza. En esa ciudad, según declaraciones de autoridades de la comunidad jesuita, realizó tareas administrativas, sin tener contacto con los alumnos que asistían al Colegio San Luis Gonzaga, que queda en la misma manzana de la iglesia.

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