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Crisis estructural en el Teatro Argentino de La Plata

A pesar de las promesas del Gobierno de la provincia de Buenos Aires, las refacciones de la sala no avanzan, y casi nada funciona. Hoy habrá una protesta callejera.

El Teatro Argentino de La Plata, uno de los más importantes de Argentina y Latinoamérica, atraviesa una profunda crisis estructural. A los problemas edilicios propios de la falta de manutención en un edificio mastodóntico, se suman problemas de gestión y de índole artística que limitan drásticamente sus funciones y su sentido. Su sala principal, la Ginastera, está cerrada desde 2017, y a pesar de los anuncios, no hay fecha cierta de reapertura. Filtraciones de agua, baños rotos, matafuegos vencidos, red de incendios caduca, falta de calefacción, de insumos y material de trabajo en general, son algunos de los detalles que se leen en un informe realizado por los trabajadores de la institución.

También se menciona la constante tercerización de servicios que antes producía el teatro, en espacios como el Tacec (el Centro de Experimentación y Creación del Argentino). Los cuerpos artísticos incompletos, los magros presupuestos y la ausencia de una programación acorde a un teatro de producción propia son síntomas que agudizan un estado de cosas en el que muchos avisoran, nuevamente, el fantasma del vaciamiento.

Este viernes los cuerpos artísticos, talleres de producción, empleados administrativos y servicios generales del Teatro Argentino saldrán a la calle, en las puertas de esta institución (51 entre 9 y 10) en una “segunda función artística de protesta por un teatro de producción propia, abierto a la comunidad”. Los diferentes ámbitos del teatro, reunidos en este reclamo en común, organizaron distintas actividades: A las 11, una visita guiada; a partir de las 12, una radio abierta, y a las 13 la función artística con la participación del Ballet, el Coro y la Orquesta Estable.

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Con problemas que se arrastran desde hace varios años, el presente del Argentino de la Plata se ha agravado con una situación edilicia insostenible. El detonante fue el cierre por trabajos en el escenario y de cambio de butacas de la Sala Ginastera, la principal. Fue en 2017, como parte de un plan de refacciones que incluía también la fachada. A partir de ahí la, actividad artística del Teatro Argentino se transformó en una programación escasa y errática, distribuida con escaso criterio en otros escenarios de la ciudad de La Plata y de Buenos Aires.

Poco se sabe de la marcha de las obras en la sala y del efectivo cumplimiento de los plazos, ya estirados respecto a lo estimado en un principio. En abril pasado, en la presentación oficial de la temporada, Martín Bauer, director artístico del teatro, anunció que la Sala Ginastera sería reinaugurada en octubre, con la reposición de Candide, de Leonard Bernstein. Sin embargo, por estos días, en los pasillos de la mole platense se habla en cambio de una puesta de la infalible dupla Cavalleria Rusticana-Pagliacci, clásico sensible de la ópera italiana. Apenas un detalle en un panorama de incertidumbres.

“La fachada del teatro arreglada y el interior en un grado avanzado de deterioro es una gran metáfora de esta gestión”, asegura la representante de escenografía, que al no tener fueros sindicales, prefirió, como el resto de sus compañeras entrevistadas, mantener reservada su identidad. “Yo trabajo en el cuarto subsuelo, donde están los talleres de producción escenográfica y también Mantenimiento y Termomecánica. Estamos veinte metros bajo tierra, sin calefacción adecuada. Los problemas de frío y humedad son realmente graves”, cuenta. “Por otro lado fuimos los primeros que paramos de producir. Hace un año y medio que no hacemos nada, ni siquiera para la sala del Tacec (el Centro de Experimentación y Creación del Argentino), que ahora trabaja casi exclusivamente con servicios privados. Normalmente hacíamos diez producciones por año; ahora que no hay programación no producimos ni ópera ni ballet, estamos parados por completo. Y lo que todos queremos es trabajar, porque amamos lo que hacemos”, asegura.

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Sin calefacción, la actividad del ballet también se ve directamente afectada. “La nuestra es una actividad física, en la que se transpira y se trabaja con poca ropa”, explica la representante del Ballet Estable en la Comisión Intercuerpos. La situación del cuerpo de danza llegó al punto de la suspensión de funciones, literalmente, sobre la marcha. Fue en agosto, en la que iba a ser su primera producción del año, después de diez meses sin actuar, en la Sala Piazzolla del teatro. “Ya estábamos maquillados y vestidos para ir a escena, a pesar del frío. Y de pronto nos avisan que la dirección del teatro decidió suspender la función. No lo podíamos creer. Salimos a hablar con el público, que como nosotros ya estaba en la sala, esperando la función. Unos y otros fuimos perjudicados”, recuerda la bailarina con tristeza.

Los problemas del ballet no se agotan en cuestiones térmicas. “La sala Ginastera tiene un escenario móvil, es algo único en Latinoamérica, tiene una serie de estructuras que suben y bajan, que permiten hacer los cambios de escenografía más rápidos. Ese sistema nunca funcionó, las tres estructuras que dividen el escenario se desnivelaron con el paso del tiempo, y ahora forman desniveles en el escenario. En un momento se niveló con un fenólico, que es completamente duro. Eso produjo lesiones en varios bailarines. Por eso presentamos un amparo legal y pedimos un piso de rebote, pensado para ballet, como hay en el Colón. Nos dieron la razón, y cuando se cerró la sala para refacciones, uno de los trabajos pendientes era ese. Pero ahora que ese presupuesto se cayó, no sabemos si cuando reabran la sala eso estará cumplido. El amparo no nos impide actuar, como anda diciendo por ahí Bauer, sino que obliga al teatro a solucionar el tema del piso”, explica la bailarina.

La Sala Piazzolla dentro del mismo teatro, el Coliseo Podestá en La Plata, la Usina del Arte, el Centro Cultural Kirchner y el Teatro Coliseo en Buenos Aires, son algunos de los escenarios alternativos en los que el Teatro Argentino despliega una actividad intermitente. Dentro de este panorama, la Orquesta Estable aparece como el cuerpo más activo. “Nosotros pedimos tocar, insistimos. El año pasado hicimos ensayos en la Plaza Seca, que es un patio con piso de baldosas, vidriado, con techo bajo de hormigón. No era la óptimo pero tenía calefacción, porque es el lugar que en épocas de elecciones ocupa la Junta Electoral de la Provincia. Así sostuvimos los conciertos. Este año empezamos la temporada recién a fines de abril, como para que no haga ni calor ni frío. Y cuando empezó a hacer frío, nos pusieron estufas”, narra la representante de la Orquesta Estable.

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Los entrevistados cuentan que en 2017 se rompió el sistema de aire acondicionado, y en 2018, la calefacción. Mientras las opiniones iban desde que había que cambiar los sistemas a arreglarlos, en los que estaban la situación empeoraba. “Recién este año, porque se había organizado un acto de la gobernadora para el 9 de julio, se contrató a una empresa para hacer el mantenimiento de la calefacción. Cuando al final se canceló ese acto, la empresa se fue y el problema quedó”, interviene la representante del Coro Estable, que como el resto de sus compañeras destaca que quieren trabajar. “Nosotros ensayamos regularmente, pero muchas veces no llegamos a actuar, porque ante los problemas se levantan las funciones. En este sentido, la oferta de la dirección fue siempre a la baja. Por otro lado el magro presupuesto con que cuenta el teatro se va por intereses personales de la dirección en la puesta de obras muy caras en derechos, como son las contemporáneas, y eso limita la producción de ese repertorio con el que el público identifica al Teatro Argentino, al público de La Plata que no escucha al coro desde hace dos años”, dice la coreuta.

Otro problema más: apenas nueve personas, con escasos elementos, se ocupan de la limpieza de los nueve pisos distribuidos en una manzana que ocupa el teatro. Esas paradojas plantea la actualidad de un teatro-ciudad, un espacio pensado como autosuficiente, concebido para abastecer con su producción las necesidades de una ciudad del siglo XIX.

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