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Actualidad

Barrio de Belgrano, sin caserón de tejas

A pesar de que una ley impide demoler viviendas anteriores a 1941, se siguen tirando abajo hermosas casas de época. El negocio inmobiliario se antepone a la norma y muchos barrios están en riesgo de perder el sol.

¿Dónde está el aljibe, dónde están tus patios, dónde están tus rejas?, decía el poeta Francisco García Giménez y cantaba Don Roberto Goyeneche. Ese tango cuenta la historia de una casona del barrio de Belgrano donde los niños jugaban en la vereda, los acompañaba el sonido de un piano y escuchaban el tren.

Lejos estaban de imaginar lo que pasó en 1957. Una ordenanza municipal, o sea un cambio en el Código de Planeamiento, permitió edificar en altura o sea hacer torres y así no solo se fueron los viejos caserones si no también el sol.

Los jardines y el río que a principios del 1900 tenían un papel importante en este barrio, dejaron de estar visibles y los edificios competían en altura para ver el amanecer. Sucedió mas temprano que tarde que las vistas dejaron de ser abiertas para convertirse en cerradas y terminaron viendo al vecino de enfrente en paños menores.

Fue una época de un gran crecimiento de la construcción, se hicieron muchos edificios y por supuesto se tiraron abajo muchos caserones. Tal vez los que permitieron el cambio del Código no pensaron en como se vería la Ciudad cincuenta años después.

Seguramente no llegaron a estudiar las planificaciones urbanas de muchas ciudades europeas, que a través de los siglos y los distintos gobiernos mantuvieron una planificación a largo plazo que permitió conservar la arquitectura original.

En la 2ª Guerra Mundial, muchas ciudades europeas han sido bombardeadas y destruidas en un 70%, aún así se buscó restaurar lo antiguo y conservar los estilos.

En cambio nosotros, perdimos el sol y verdaderas obras de arte. Aquellas casas del siglo pasado tenían oficio. El arquitecto era además constructor y contaba en su grupo de trabajo, inmigrantes europeos que eran verdaderos artistas.

Si  uno se detiene a ver una construcción de principios de siglo, podrán ver detalles que hacen al buen gusto, puertas de madera de cedro con vidrios biselados, arcos de medio punto con detalles en mármol, trabajos en el frente de la casa con ladrillos puestos de maneras diferentes que generan molduras en los balcones, detalles en las bajadas de los caños pluviales.

Cuando uno entra hoy a una de estas casas lo sorprende el olor de la madera, la pinotea aun después de tanto tiempo nos regala su aroma, los pisos eran piezas únicas, dibujos complejos resueltos con roble de Eslavonia y ébano.

El cielorraso con complejos trabajos en yeso pues los yeseros eran lo mas destacado del equipo de obra; vestían de blanco y llevaban un gorrito similar al de los mozos de un bar. Su tarea requería una técnica muy delicada debido a que el yeso seca rápido y se utilizaban molduras de madera.

Con diferentes espátulas lograban las formas requeridas, eran trabajos en altura, eran frescos dignos de Miguel Ángel. Pero llegó el hormigón y llegó la gran altura.

No estoy en contra del progreso pero sí de la falta de planificación. ¿Por qué estoy hablando de algo que pasó hace tanto tiempo ? Porque hoy a pesar de una Ley que impide demoler viviendas anteriores a 1941, se siguen tirando abajo hermosas casas de esa época.

Hoy muchos barrios de nuestra Ciudad corren el peligro de perder el sol. Grandes negocios inmobiliarios desarrollan edificios en altura en zonas donde no se deberían construir.

¿Y por qué se hace? Si dejo de ver la micro y veo la macro, siento que en nuestra sociedad le falta nobleza moral, algo que no se hereda ni se compra. Se construye.. Implica estar comprometido con el todo, trabajar pensando en el futuro, en el país que habitarán nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

Hoy hay un nuevo Código de Planeamiento que piensa en una Ciudad mas plana mas a escala de barrio. Tenemos mucho patrimonio para cuidar. Si aprendemos a querer mas lo nuestro, tal vez dentro de 50 años haya un cambio. Podrá parecer una utopía pero las buenas intenciones y las nobles acciones mueven montañas.

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